Un niño de 8 años de edad había sufrido una caída por un acantilado y presentaba contusiones pulmonares y una paraplejia completa. Era necesario realizar de manera inmediata un escáner de columna dorsal para valorar la existencia de alguna fractura. Nos avisaron que era imposible realizar la prueba debido a que la familia del niño no disponía del dinero para pagarla. Sin pensarlo dos veces, los integrantes de la misión decidimos abonar de nuestro bolsillo el importe del escáner. Cuando recibimos el CD con los resultados y tras examinarlos minuciosamente, vimos posible solucionar la fractura del chico con los medios técnicos de los que disponíamos y poder darle la oportunidad de recuperar la fuerza en sus piernas. ¡Toda una alegría!
Más tarde, una airada discusión entre los familiares del niño y unos doctores levantó nuestra sospecha. Aparentemente los familiares se negaban a dejarnos intervenir al chico. Creían que la anestesia iba a matarle... O eso habían oído. Tras apaciguar los ánimos y posponer la operación, horas más tarde, regresamos para ver al niño. Había desaparecido. La familia había declinado por completo la opción de operar y se lo había llevado.
Es en ocasiones como ésta, que a pesar de la rabia, la frustración, la impotencia y la desolación, te das cuenta de que te encuentras en un país distinto con gente diferente, y aunque cueste, debes aprender a respetar sus creencias.