“Nuestro granito de arena puede hacer que poco a poco cambien su mundo”, explica el neurocirujano Carlos Asencio

28/01/2021


Hablamos con el doctor Carlos Asencio, neurocirujano voluntario de la Fundación Clavel desde sus inicios y que ha acudido a varias misiones para transmitir sus conocimientos. Nos cuenta cómo lo ha vivido y por qué cree que es fundamental seguir ayudando a mejorar la salud de las personas en cualquier rincón del mundo. 

¿Cómo conociste a la Fundación Clavel? 

Mi primera misión fue antes de que se formara la Fundación Clavel, cuando yo era residente de segundo año, en el año 2010, el doctor Clavel trabajaba en Sant Pau y nos fuimos juntos a hacer mi primera misión. Para él era en la que retomaba la colaboración con África porque había ido hacía años a Etiopía, pero tenía ganas de volver y en esa ocasión fuimos juntos a Zanzíbar, a través de otra fundación y a raíz de ahí retomó la motivación y acabó creando la fundación con la que colaboramos habitualmente. Así que digamos que antes de la fundación, ya empecé a colaborar con el doctor Clavel en misiones a África. 

¿Por qué decidiste ir como neurocirujano voluntario?

Creo que parte de nuestro trabajo es esa vocación de intentar ayudar a las personas y a mí la verdad es que poder ayudar a cualquier persona de cualquier parte del mundo me resulta estimulante. Es un reto colaborar en un ambiente diferente, en otra cultura, con otra población, con otro tipo de problemas, con otras condiciones. Una oportunidad muy buena para poder ayudar en otra situación diferente a tu día a día en el hospital. 

 ¿A cuántas misiones has ido y a dónde?

Desde el año 2010, que fui a la primera he hecho 5 misiones. Dos han sido en Zanzibar (Tanzania) y las tres últimas, he ido a Etiopia. 

Cuando llegaste allí por primera vez, ¿qué sentiste? ¿Era cómo te lo esperabas?

La verdad que no recuerdo esperar nada, no me hice una idea preconcebida porque creo que cuando vas a una misión sanitaria a un país poco desarrollado, de lo que te esperas a lo que es no tiene nada que ver. Es impactante llegar a un país tan diferente como Zanzíbar, con ese olor a especias, esa fauna, esa vegetación tropical, las playas... Pero con una sociedad muy rudimentaria, un país poco desarrollado y aunque hay zonas turísticas, el hospital es una realidad que no tiene nada que ver con lo que la gente piensa que puede ser.

El hospital tiene pocos recursos, con muchísimos pacientes que estaban amontonados en los pasillos, en las salas... Aquí estamos acostumbrados a tener una habitación para uno o dos pacientes, allí eran salas en las que había 10, 15 y hasta 20 pacientes. 

Cuéntanos algo que te impactara especialmente de aquella primera misión.

Una de las cosas que más impresiona es la sala en la que están los niños recién nacidos porque cada cuna la comparten dos niños diferentes de dos madres diferentes y los que cuidan a los niños son las madres o los familiares. Me sorprendió esto, el poco personal de enfermería que tienen. Entonces en una sala ves a 15 o 20 pacientes amontonados que son cuidados por sus familiares que se van turnando y quizá hay 1 o 2 enfermeros para atender a todo el mundo.

Obviamente las condiciones higiénicas a las que estamos acostumbrados aquí no tienen nada que ver, el calor que hacía en esas salas, los olores tan fuertes... Pero también me sorprendió positivamente porque había médicos muy bien preparados en Zanzíbar. Los anestesiólogos estaban mucho mejor preparados de lo que creía.

¿Alguna anécdota?

Anécdotas hay muchas. Recuerdo los primeros casos que hicimos de tumores cerebrales en pacientes jóvenes. Me acuerdo de uno que tenía 17 años que le operamos de un tumor que la verdad que fue muy bien, cómo se recuperó, como estábamos encima en la UCI para que intentaran manejar a un paciente que no estaban acostumbrados a tratar. Y también esas primeras veces que vi malformaciones de nacimiento, que aquí ya prácticamente no se ven, y que allí eran muy muy habituales. 

¿Cómo es el día de un neurocirujano durante la misión?

El primer día intentamos contactar con el neurocirujano o médico de referencia de allí, que normalmente ha preparado a unos cuantos pacientes para que los evaluemos y con eso empezar a decidir qué pacientes operamos lunes, martes, miércoles y luego durante la semana acabamos de decidir según lo que va pasando. 

Luego el día a día suele ser bastante similar. Nos levantamos a las 7 de la mañana, desayunamos, nos vienen a buscar con más o menos éxito porque el transporte suele ser un poco caótico y hay que combinar varias opciones: caminar, coger un taxi, un triciclo... para llegar al hospital. Luego enfermería y anestesiología van a quirófano y nosotros solemos aprovechar mientras preparan a los pacientes para visitar a otros por si necesitan alguna cura o hay alguno que haya ingresado nuevo o ver al paciente que se ha operado el día anterior. Luego vamos a quirófano que es donde pasamos la mayor parte del día. 

En las primeras misiones hacíamos más horas de consulta, pero últimamente como ya se ha formado un equipo con el neurocirujano que está allí, él ya es muy autónomo para valorar a los pacientes, así que ahora nos centramos sobre todo en la actividad quirúrgica y luego en visitar a los pacientes. 

¿Cómo es la relación con el equipo médico de allí durante la misión?

Es bastante buena. Al final como cualquier relación humana se crea a base de ir conociéndose e ir generando confianza mutua. Por eso es importante que haya cierta continuidad, que no vaya una persona una vez y no vuelva a ir. Creo que eso se ha conseguido a través de la Fundación Clavel, una continuidad que te permite generar esa confianza en el equipo médico, que haya un conocimiento mutuo. Están predispuestos a ayudar, sobre todo el neurocirujano el doctor Tewodros tanto profesional como personalmente se preocupa mucho por nosotros y con el equipo de enfermería y anestesiología de quirófano también muy bien. 

El hecho de tener ahora un neurocirujano de referencia allí ha facilitado mucho el proceso comparado con las primeras misiones. Ahora ya tenemos un equipo creado y es mucho más sencillo. 

¿Cuál es la principal carencia en la especialidad de neurocirugía en estos países?

Desde un punto de vista más filosófico es la falta de un equipo, porque la neurocirugía es una especialidad poco frecuente allí que no tiene nada que ver con la ginecología, la pediatría o la cirugía general que hay muchos y son varios, sino que el neurocirujano normalmente es una persona que está sola y no tiene otro neurocirujano con el que compartir casos, valorar cómo lo haría y discutir cualquier complicación. Con lo cual yo creo que la principal carencia es que haya un equipo de neurocirugía establecido. 

Obviamente, por otro lado, las carencias son de recursos materiales y tecnológicos. La disponibilidad de un TAC, de una resonancia... Pero eso lo logran más o menos suplir porque están acostumbrados a vivir sin ello, pero sí que el tener un equipo que te dé soporte y te ayude a tomar decisiones creo que es la función principal que hacemos y es lo que hace que la neurocirugía se está estableciendo en este hospital donde no había cuando empezamos a ir hace 6 o 7 años. 

¿Entonces dirías que ese es el mayor aporte de la Fundación Clavel durante las misiones?

Sí, por un lado, el crear un equipo y por otro lado la continuidad. Las dos cosas son importantes. Demostrar que esto sí que se puede hacer aquí, aunque parezca que en estos hospitales estas patologías no se deberían tratar porque son muy complicadas, los pacientes pueden ir muy mal... Demuestras que enseñando al equipo que hay allí que sí que se puede y generas esa confianza. Ese creo que es el mayor aporte, aparte por supuesto de todo el material, la docencia o de que puedan haber más o menos aportaciones económicas. 

Y esa continuidad es la que permite que haya una evolución desde que empezasteis a ir hasta ahora, ¿no?

Sí, la primera vez que fuimos a Etiopia no había neurocirujano, entonces empezamos a operar con los residentes de cirugía general, pero estábamos solos porque no había un neurocirujano etíope. A partir de ahí apareció el doctor Tewodros que la verdad es que está haciendo una labor impresionante y yo creo que es el principal héroe de todo esto, porque está ahí día a día luchando y al final ha conseguido tener su día de quirófano y que cuando vayamos nosotros podamos operar durante toda la semana. Las primeras veces no era tan fácil que nos dejaran operar cada día porque también había otras especialidades, otras urgencias.

Así que, obviamente, hemos pasado de ir a un hospital en el que no había neurocirugía a tener un neurocirujano de referencia y un lugar en el que se han acostumbrado a tratar a pacientes de esta especialidad y ya saben que si a un paciente le pasa esto puede tener esta solución y puede ir bien. Así que sí, nos ha permitido una evolución. 

El doctor Tewodros es capaz de hacer de forma autónoma, sin nuestra ayuda, la gran mayoría de casos. Ahora la situación ha cambiado por la pandemia y seguro que incluso se ha espabilado más porque normalmente como sabía que íbamos cada dos meses, más o menos, solía dejar los casos más difíciles para cuando íbamos. Muchas veces los pacientes pueden esperar dos meses, depende de lo que tengan. Ahora con todo lo que ha ido aprendiendo, incluso vino aquí a Barcelona a seguir formándose ya puede hacer estas cirugías sin nuestra ayuda. 

¿Crees que el hecho de traer a los médicos aquí puede ser una vía para mejorar las misiones de cara al futuro?

Sí, yo creo que lo ideal para mejorarlas sería aumentar la bidireccionalidad. Es decir, no solo que nosotros vayamos allí, sino que de forma regular de allí vengan hacía aquí. Así la formación se multiplica porque aparte de enseñarles lo que sabes en su entorno, lo haces en el tuyo y pueden coger ideas para llevarse o aplicar de lo que tenemos aquí. 

Así que creo que sí, una de las mejoras puede venir de la bidireccionalidad u, obviamente, comenzar a colaborar en otros países, en otros hospitales o en otros campos.

¿Qué te ha aportado esta experiencia a nivel profesional?

A nivel profesional te ayuda a salir de la zona de confort y a espabilarte y a afrontar casos con menos recursos. Tienes que afinar mucho más tu capacidad diagnóstica, porque no tienes resonancia, no tienes un TAC reciente como puedes tener aquí. También afinar tu capacidad quirúrgica porque con peor instrumental, en peores condiciones, a veces con peor manejo anestésico, con peor posición en quirófano, sin microscopio, sin rayos X, tienes que agudizar tu ingenio quirúrgico. Te hace perder ese miedo que a veces tenemos a que, si no estamos con todo absolutamente controlado te puedes sentir inseguro, pero allí al final como en ningún momento vas a tenerlo todo controlado, te acabas sintiendo seguro en ese ambiente. 
 
¿Y a nivel personal?

A nivel personal, creo somos afortunados por vivir aquí, pero no podemos dar la espalda a la realidad de gran parte de la población mundial que no tiene ni mucho menos los recursos que tenemos nosotros. Me parece que lo mínimo que podemos hacer es intentar colaborar un poco y agradecer lo que nos ha tocado. Te ayuda a relativizar la mayoría de problemas, porque te das cuenta de que siempre va a haber problemas mucho más graves de los que tú crees que tienes. Como persona te hace ser más sensible, más normal, te quita muchos problemas y te pone en tu sitio. 

África a mí personalmente es un continente que me gusta mucho, le tengo mucho cariño porque la gente es muy auténtica, tienen la capacidad de ser felices con muy poco, son muy resilientes y apenas se quejan, la verdad. Los pacientes, las familias de allí no suelen exigir mucho comparado con los de aquí y todo eso es una lección a nivel personal. 

¿Se la has recomendado a otros neurocirujanos?

Sí, claro, durante todos estos años he explicado mi experiencia y la verdad es que se han ido animando varios neurocirujanos con los que he trabajado. Y muchos más que quieren ir y que ahora no pueden, pero que ya me están diciendo que a la próxima se quieren apuntar. 

Y no solo neurocirujanos, yo creo que es recomendable para cualquier profesional sanitario o no sanitario como en ingeniería, en arquitectura, en telecomunicaciones, que pueda hacer algo relacionado con su actividad laboral en un país que no tenga nada que ver con el suyo y con tan pocos recursos en comparación. 

¿Por qué crees que es fundamental seguir haciendo misiones y otro tipo de acciones desde la Fundación Clavel?

Por un lado, desde un punto de vista más filosófico creo que es fundamental seguir conectados con el mundo que nos rodea, no solo con lo que nos hace reír o divertir o con las redes sociales más básicas, sino con todo tipo de países, personas... A nivel sanitario la filosofía de intentar mejorar la salud de las personas creo que es algo universal y que se tiene que llevar a cabo en cualquier rincón del mundo. Entonces, obviamente es fundamental que países que no tienen recursos ni atención para desarrollar algo como la neurocirugía, reciban nuestro granito de arena, porque es un granito de arena, no vamos a cambiar el mundo, pero puede hacer que ellos, poco a poco, vayan cambiando su mundo.

¿Te gustaría conocer la experiencia de otros pacientes a los que hemos ayudado? Aquí tenemos muchas otras historias. si quieres colaborar con la Fundación Clavel para que puedan seguir llevando a cabo su labor, puedes hacerlo aquí. 

Compartir